lunes, 14 de enero de 2013

Afirmo sin pruebas ni constancia que pocos entienden realmente en que se basa la muerte.

Liberación, dolor, alivio, pasaje, entendimiento, aventura y otras veces se interpreta como la improvisa y extraña evolución a un estado en que ya no puedes ver a tus seres queridos. Una manifestación real de la metáfora del dolor y del abandono. De la melancolía y de la depresión. 
Lo que no llego a explicarme, a veces (depende del día y si he tomado mi té), es como dos eventos tan triviales y comunes como la vida y la muerte puedan llegar a radicalizar la forma di vivir de alguien. De un o una alguien. Ese alguien ha llegado a llorar por ver una persona morir y otra nacer, y a través de esas dos experiencia ha cambiado su forma de comunicarse con el mundo...de interpretarlo. Es como cuenta en "El dios de las cosas pequeñas", los humanos y nuestra civilización somo solo dos horas de la vida de la Tierra. 

La cuestión no es plantearse si estamos viviendo adecuadamente, si consideramos la muerte por lo que es (cosa que no suele ser, ya que la personifican con una entidad inexistente, arbitraria y encima maligna), sino de la realidad de que hagáis lo que hagáis ello no va a cambiar. Podéis pagar muchos terapeutas y meteros de psicofarmacos hasta que cerebelo y corneas se confundan, pero la muerte seguirá doliendo y la vida seguirá sorprendiendo.
Con esta sencillez os digo que es inútil revolcarse en el dolor de haber perdido algo, alguna persona o relación, ya que sí va a doler, pero ningún dolor es eterno. Como la mayoría de cosas en esta vida, tal como la ignorancia y la familia, vivir en el dolor es una elección y no una obligación.


Escojes, siempre.

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